Dicen que Jesús vino a anunciar que el Reino de los Cielos está en esta Tierra. Pero también habló de una Casa donde habita el Padre y donde él tiene reservada para cada uno una habitación para vivir eternamente felices. "Ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene reservado para los que le aman" (de una de las Cartas a los Corintios).
Desde chiquita me deleito pensando en la vida después de la muerte. Nunca desconfié de esto y no entiendo cómo alguien puede vivir acá en la Tierra sin creer en la Nueva Vida. ¡Sí! Donde todos volvamos a encontrarnos, jóvenes, perfectos, sin molestia alguna, sin ninguna queja, sin ninguna añoranza, sin pensar en el pasado ni en el futuro.
Siempre soñé con estar rodeada entre pájaros, tigres, leones, osos, gatos, perros, patos, peces koi, tortugas, conejos, ardillas y ratones, arañas, abejas, vacas y cerdos, ovejas y toros, gallinas y elefantes. Donde todos pudiéramos convivir juntos, sin miedos, sin hambre, sin sed. Sin necesidad de devorar a otro. Sin cadena alimenticia. Recostada en un pasto frondoso, debajo de un Tilo grande y perfumado, riendo con mi amiga K, apoyando mi cabeza sobre la melena del león, escuchando un ruiseñor sobre la rama y dándole las gracias por la compañía. Inflamados de amor. Revestidos de paz. Para siempre. Esperando las lunas para ver las estrellas. Abrigándonos sin frío de un sol que no quema.
Eso fue lo que nos prometieron los profetas. No lo invento. Solo lo escucho, lo leo y lo recreo en mi mente. Que ya no es fantasiosa, no como cuando tenía siete. Ahora tengo 40 y mis pies están sobre esta Tierra, sobre este presente. Amamantando de noche, tiñéndome las canas de día. Atravesando las horas y buscándolo por todos lados. A Él que vino a salvarnos de nuestras miserias, que vino a darle risas a nuestras lágrimas, que vino a calmar nuestras angustias y a ser compañía en nuestra soledad.
Lo miro en el retrato creado por Faustina y trato de imaginármelo parado a los pies de mi cama, cuando todos duermen. Trato de sentir un rayo azul entrando por mi pecho, un rayo morado entrando por mi cara. Trato de ver sus ojos y escuchar su voz. Que lleno de amor me dice "Angie". Y yo le contesto "Acá estoy, ¿cómo sigo?".
Mi peor miseria está en mi mente y mis pensamientos, y en mis ojos cuando ven mi corazón repleto de tumores negros. ¿Cómo sanarlo? Mi miseria está en mis miedos y en mi falta de confianza. Si yo no soy nada, y dejo constantemente que manejes mi barco, ¿por qué no sonrío y me dejo llevar, sabiendo que el destino será mi recompensa?
La Tierra es un Valle de Lágrimas. Porque padecemos, porque nos esforzamos por obtener migajas de amor o reconocimiento, porque vemos el sufrimiento ajeno y nos compadecemos, porque nos pasan cosas feas, porque el Diablo acecha por todos lados, porque creemos que somos felices pero esa felicidad en la oscuridad de la noche se desvanece, porque nos comparamos y nos engañamos, porque nos falta alguien, porque necesitamos algo, porque no entendemos ni creemos, porque todo parece absurdo, porque tenemos miedo, porque nos atacan y nos maltratan o nos ignoran, porque somos egocéntricos, porque...
Pero al final del día estás Vos. Que te diste y te inmolaste. Que te hiciste pan para que te comiéramos. Y en cada partícula de ese pan, hay una partícula de esa Tierra Prometida, de ese león que convive con la oveja acostados a mi lado, de ese encuentro con mi amiga que ya no está, con mi hermana, con mis hijos y sobrinos que no terminaron de llegar, con mi abuelo y con mi cuñado a quienes siempre quise conocer. En ese pan donde Vos estás entero hay partículas mías en perfecta armonía, otra vez "inflamada de amor y revestida de paz". Puedo sentirlo, puedo tocarlo, unos instantes y me alcanza para un nuevo día en este Valle de Lágrimas.
¿Será que de eso se desprende tu anuncio "El Reino de los Cielos está aquí"? ¿Cómo podías anunciarles eso a pobres, leprosos y desesperados? ¿Acaso era porque los sanabas y les devolvías confianza y fe en que, a pesar de todo, el Amor de Dios estaba desde el principio en cada uno de ellos y solamente había que dejarse amar?
Cuando yo me dejo amar por el Padre (muchas veces me olvido y me dejo sumergir por el fastidio de lo cotidiano) y de verdad me entrego entre lágrimas para que me auxilie, empiezan a aparecer los "pequeños milagros". Me siento en el banco de una buena misa (buena porque el ambiente acompaña, el cura es de esos viejitos santos que hablan humildes inspirados por el Espíritu Santo y todo el rito es un rito de entrega) y me deleito con el mejor banquete. "Me lleno de sangre azul" y me convierto en su amante por un ratito. Dejo que Él entre en cada parte de mi cuerpo, en mis glóbulos, en mis órganos, en mi piel. Canto, bailo, doy gracias. Y los pequeños milagros aparecen. Los santos me hablan. Y yo floto. Y me siento elevada entre pájaros y nubes, como si ya no fuera de esta Tierra. Mi corazón se inflama todo, mi respiración es otra, exploto de algo que no puedo expresar, pero podría dejar de existir en ese momento y no me importaría. Me desarmo en ese amor. Jesús está dentro de mí y mi cuerpo lo sabe, lo siente. Mi mente solo sirve para registrarlo. Y agrega: "No pares".
Pero para. Se detiene para que pueda salir de ahí y volver a lo cotidiano donde los pájaros me saludas y las piedras me dan paso. Para agradecerle al P. Lorenzo que con 85 años pueda tener la lucidez de decir "ser obedientes a la novedad", a lo que Dios tiene pensado para nosotros, aunque no sea lo que esperábamos. El P. Lorenzo es un santo en vida. ¿Cuántas veces tenemos la posibilidad de hablar con un santo de carne y hueso? Ese momento, ¿también es el Reino de los Cielos en la Tierra?
Y sigo después porque ahora Amadeo se despertó.