Terminó el año. No es una revolución solar, pero desde marzo
hasta hoy fue una verdadera revolución. Como si el general Trujillo hubiera
invadido mi calma y la de muchos cerca de mí, para alzar sus armas y declarar
algo que todavía no termino de entender. O sí. O no.
Estuve en las trincheras. Sí. Estuve desangrando con veinte
granadas sobre mis tripas. Estalladas. También estuve resucitando, como las
chicharras en esa canción tan linda. Y volví a ser linda. Mi corazón por lo menos.
Volvió a ser lindo. Volvió a latir, pero con el alma. También descubrí cosas
nuevas, mundos sobrenaturales pero de los buenos.
No sé por dónde empezar. Y como no lo sé no voy a hacerlo.
Pero sí confesar mi descubrimiento: todo lo malo puede convertirse en bueno. O
mejor todavía: las cosas que nos pasan que no esperamos, ¿tienen que ser
necesariamente malas? Antes hubiera dicho que no, que todo tiene un sentido,
que por algo llegamos a ese momento, lugar, situación.
Hoy no estoy tan segura.
Y esto es lo mejor que me pudo pasar: ya no estoy segura.
Lo más doloroso fue la partida de una gran amiga KN. No fue
bueno para mí, tal vez fue bueno para ella. Quién sabe… Era mi alma gemela versión
mujer. Y a quien hoy, a dos meses y un día de su ida, extraño enormemente. Sin
embargo la siento tan dentro de mí, y no de manera diferente a como la sentía
en vida. Graciosa, divertida, inteligente y feliz. La extraño tanto.
Desprendida. La extraño tanto.