Cuando queremos algo con muchas ganas -o pocas- y lo conseguimos... hacemos lo mismo: lo pisamos y después lo devoramos. Después lo desechamos. Como si no nos interesara más. Lo ganamos, lo coneguimos, lo pisamos y lo desechamos hacia el pasado. Como la cáscara de la banana y como la banana pisada.
Pero eso porque sabemos que el bananero está lleno.
Pero ¿y si llega el fin del mundo? ¿Y si nos quedamos sin bananas? Si solamente tuvieras una sola banana en la mano ¿la pisarías y la comerías sabiendo que esa sería la última vez con nuestra sabrosa banana? Yo creo que sí.
(Mamá le tiene alergia a las bananas, pero le encantan). En fin... yo sé que soy la última banana del bananero, quiero saber: ¿por qué me pisan, me mastican y después me desechan?
Entonces otra vez tengo que reinventarme, y me vuelvo a colgar del bananero para que me hagan lo mismo, como Sísifo, eternamente condenada.
¡Si soy la última banana! Al menos de tu manjar... ¿Cuántas veces vas a pisarla?
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