jueves, 25 de julio de 2013

Hilos de seda



La vida es un misterio porque en la vida está la muerte.
Y en la muerte está la vida.
Hilos invisibles que se llaman amor
Nos unen desde la tierra con el cielo.
Y desde el cielo con la tierra.
Porque como es arriba
Es abajo.
Y como es abajo
Es arriba.
No hay nada que no sea perfecto.
En el misterio está la respuesta.
En el silencio está la verdad.
Se llama Amor.
Y el amor es perfecto porque viene de Dios.
Porque viene de vos.
Y viene de mí.
Nuestra alma tiene un diseño perfecto,
Pues El la creó.
No estés triste. Él está aquí.
No estés sin esperanza,
estamos todos aquí.

¿Qué es la muerte?



Ayer fui al velorio de un desconocido, era el papá de un compañero del trabajo que se sienta a mi lado en la oficina. Yo no estaba triste, pues solo conocía a uno de sus hijos. No conocía a su mujer que lloraba inconsolobalemente, ni a sus otros dos hijos ni mucho menos a su madre, que gritaba de dolor. Sin embargo, como suele pasarnos en estas situaciones, es inevitable preguntarse qué es la muerte.

Hoy se cumple una semana desde que mi sobrino, de seis meses de gestación y una hora de vida, sobre el pecho de su mamá, piel con piel, dejó de respirar. Le pusieron de nombre Ángel, y de verdad lo es. Mi hermano y mi cuñada lo extrañan, y lo lloran en su pequeño recuerdo, de seis meses y una hora.

¿Qué es la muerte y por qué lloramos cuando alguien muere? Me pregunté ayer, una vez más en estos 33 años de vida.

Soy cristiana, creo en Jesús, en Buda y en la reencarnación. Creo en la Virgen María y en los santos, en los ángeles y en los sabios maestros que acompañan nuestra alma y nuestro cuerpo en cada una de nuestras encarnaciones. Creo en el poder del amor y en la fuerza de la energía vital. Por todo esto, creo en la muerte como un paso necesario para otra encarnación, como un momento de cierre y conclusión de nuestra misión en una de nuestras tantas vidas terrestres.

Sin embargo, sabiendo todo esto, ¿por qué nos afligimos tanto ante la muerte?

¿Porque nos enfrentamos a nuestra propia muerte y eso no entristece? ¿Porque extrañaremos mucho a ese ser que nos acompañó hasta este momento, que conocemos desde siempre o en quien sostenemos muchas esperanzas para que algo siga sucediendo?
¿O porque amamos profundamente a esa persona en la completud de su existencia, por lo que fue e hizo en esta vida?

Creo que es una mezcla de las tres sensaciones. De todas maneras, ayer me quedé con el último sentimiento. Ese amor inconmesurable que nos une a nuestro padre, a nuestro hijo, a nuestro hermano o amigo que ya no está nos emociona y nos llena de dolor, por no haber podido abrazarnos hasta fundirnos en esa otra existencia que ya "no existe".

Sin embargo, estoy convencida de que la muerte es ese paso necesario para que esa "fundición" o consumación de amor profundo y sincero se haga uno para siempre, en cada ser que sintió ese mismo amor por el que ya no está pero que hoy se "multiplica" en cada existencia que lo amó.

Más allá de ser un "paso" indispensable para continuar nuestra evolución, la muerte es el único habilitador para que el amor que sentimos en esta vida se funda con el otro. La muerte permite fundirnos en el otro y en los otros, multiplicarnos y habitar en el corazón de cada una de las personas que nos amó en vida.

La muerte, como la vida, es un gran habilitador para el amor. La vida, nos habilita a empezar a amar desde el principio, a madurar nuestro amor y superar celos, posesiones, egoísmos. La muerte, nos habilita a amar con absoluta plenitud, sin limitaciones ni tiempos.

La muerte es un enrome portón de entrada a distintos caminos que se bifurcan y conducen a todos los corazones de las personas que amamos durante nuestra existencia. En ellos nos multiplicamos para seguir amando.

jueves, 6 de junio de 2013

¿Y dónde está la Luna?

"Luna llena en Aries"


El lunes pasado, en mi clase de Astrología, aprendimos el paradigma de los polos “Capricornio/Cáncer”, más puntualmente ahondamos sobre “Saturno/Luna”, los “planetas” regentes de estos dos signos. Y todo giraba en mi cabeza y en mi corazón, tratando de entender con la mente y con el alma lo que eso significaba en mi vida. Estructura externa, estructura interna. Frío, calor. Dureza, blandura. No hay lo uno sin lo otro. Y uno siempre es una parte, y proyecta la otra. A veces juega un rol, a veces el otro; pero siempre quedamos polarizados en alguno de los dos lados.

Expliqué mi punto de vista al profesor, diciendo que en la realidad esta dupla estaba desequilibrada, porque en esta sociedad y cultura patriarcales, Saturno –Capricornio, el padre– es el fuerte, el que se hace más presente, el que “aprueba” o “desaprueba” sobre la Luna, sin considerarla, sin enaltecerla, sin comprenderla. Y que incluso la Luna, por más “blanda” que sea, sino se “saturniza” está frita, porque si quiere ser parte de esta cultura, si quiere ser aceptada, tiene que sacarse su traje de agua y ponerse detrás de una pared dura y alta.

Si una mujer llora, si una mujer pide, si un chico quiere teta, si una mamá da teta, si un bebé llora, si la sensibilidad y el agua se escapan por algún lugar… ¿Qué pasa? En el contexto en el que me muevo, veo a la mayoría parado sobre la vereda de Saturno, queriéndole escapar al calor Lunar, como si fuera un lugar infantil, mal visto, desvalorado. En el mundo donde me muevo la gente está congelada, la gente pone toda su energía en “hacerlascosasbien” sin dejarle lugar a lo que el alma tiene para decir, para pedir, para enseñar.

Y ahí se pierde el vínculo.

Saturno está tan concentrado en no salir de la estructura, en no abrirle un poquito, solo un poquito, la puerta al dolor, al amor, a la ternura.

La Luna está tan disfrazada en parecer Saturno para no ser juzgada, para no sentir dolor, no correr el riesgo de no recibir amor… Que no hay lugar para el vínculo, ese punto donde Saturno y Luna se miran a los ojos y se abrazan, se tocan, se huelen. Donde la Luna, se deshace en un río caliente de ternura para derretir al Saturno de acero. No hay lugar para sentir.

Pienso que hoy, en la sociedad en la que vivimos, derretirnos por un tiempo no estaría mal. Como en Ensayo para la ceguera, si nos volviéramos tan solo un poco ciegos a tanta estructura de deber ser y corrección, y nos soltáramos al encanto de la blandura y del contacto, podríamos encontrar una manera distinta de ser… Tal vez estaríamos más tristes, pero en esa tristeza, más encontrados con nosotros mismos, con nuestras necesidades, con nuestra esencia, y con la del otro.

Entonces recién en ese momento, saldría a la luz el verdadero vínculo, el verdadero amor, la verdadera identidad. Es verdad que no hay Luna sin Saturno, pero también es cierto que no hay Saturno sin Luna. ¿Y dónde está la Luna?

viernes, 18 de enero de 2013

Maestro Saturno


Goya.

La soledad de Saturno,
el detenimiento de Saturno,
la determinación de Saturno,
la eternidad de Saturno.

La sabiduría de Saturno,
el compás de Saturno,
la música de Saturno,
la eternidad de Saturno.

Los anillos de Saturno,
la mesura de Saturno,
el antídoto de Saturno,
la eternidad de Saturno.

La soledad de Saturno.
La eternidad de Saturno.
La quietud de Saturno.

La soledad de Saturno.
La eternidad de Saturno.
La tristeza de Saturno.