martes, 27 de julio de 2010

Sillita de castigo

Falta poco para que tenga tres, eso dice Baba. Falta poco para que pueda jugar a Star Wars en la play, dice mi hermano más grande. Yo solamente trato de poner los tres dedos del medio bien firmes para que la gente no se confunda, para que no sigan pensando que tengo dos. Eso a mi maestra no le importa. Lo único que escucha es la voz de la gente, por eso grita todo el tiempo. Pero es incapaz de escuchar con los ojos, no puede ver lo que pasa entre palabras. Y nosotros, los chicos de dos que estamos por cumplir tres, todavía no usamos siempre las palabras. Por eso, no puede ver que Teo me sacó el marcador negro, que yo me quedé mal. Que Floppy me empujó, sin querer, y que yo me quedé mal. Que Andrés dibujó sobre mi dibujo, y que yo me quedé mal. Y que finalmente, cuando Mateo me quiso sacar el marcador violeta, y yo cansado, sin saber cómo ni por qué, lo rasguñé fuerte fuerte en la mano izquierda para defenderme, también me quedé mal. No puede ver. Mi maestra, otra vez, me sentó en la sillita de penitencia. Solo de nuevo, mientras los demás chicos pintaban. Yo veía el mamarracho negro de Teo, la felicidad de Floppy cuando la maestra se la sentó a upa, las risas de Andrés y Mateo mientras pintaban sobre mi papel. Me quedé triste. Cuando Baba me fue a buscar al cole, salí enojado. ¿Qué te pasa muñeco? Otra vez me pusieron en la sillita. Baba me llenó de besos y me llevó a la plaza, jugamos tirados en la arena y le dimos de comer a las palomas. Mi maestra sigue convencida de que yo me porto peor que el resto, que no entiendo las consignas, que soy un inadaptado, que no respeto a mis compañeros, que soy violento... Y mañana la tengo que volver a ver... Ni ganas.

Noche de alguaciles

Hacía años que no se veían. Se habían seguido sin señales ni rastros por Internet (se espiaban en Facebook y leían hasta la última palabra insertada en sus respectivos blogs), pensándose, recordándose en los años dorados del pasado. Entonces ella le escribía cartas y poemas y él le contestaba con miradas profundas y besos silenciosos. Sí, él le regalaba su tiempo y presencia, cuando estaba de buen humor y conectado con la realidad. Ella, su alma.
Finalmente, el día menos imaginado por los dos, en el 29 que va para Olivos, se encontraron. No tardaron en sonreírse. Él se levantó del asiento, ella nunca se sentó. Hablaron de sus vidas, de todo lo nuevo. De lo nuevo de él, de lo nuevo de ella. Él tenía menos pelo y más barba, ella más arrugas en los ojos.
No estaban apurados, porque de pronto, el tiempo se había detenido, las urgencias ya no importaban. Se bajaron y estuvieron de acuerdo en tomar un té ella, un café él. Compartieron un tostado de queso y tomate, hablaron de esos años dorados y de cómo el bronce había opacado su historia de amor mal terminada. Recordaron esa noche mágica en la que los alguaciles habían invadido ese barco amarrado, convirtiendo el aire pesado del verano en una brisa de vibraciones y pasión. Se dieron la mano y prometieron seguir escribiéndose, de vez en cuando, de cuando en vez...

jueves, 22 de julio de 2010

verdad

Hay un camino nuevo. Recién hablé con mi amiga y de pronto pude desentrañar lo que me estaba pasando. Anoche algo de eso se asomó cuando me fui a dormir y le dije al Negro: creo que estoy más sola que nunca. No sé si me habrá entendido realmente, pero lo cierto es que a veces salen desde adentro esas bocanadas de verdad que no nos permite quedarnos callados. Bocanadas que tengo que ir aprendiendo a controlar y a compartir solamente con esas personas que están "listas" para escucharlas, para olerlas, para sentirlas, para degustarlas y digerirlas.

Ese es el camino, el camino de la verdad. ¿Cuál es la verdad? No es una pregunta nada sencilla, pero últimamente a mí se me está presentando a borbotones, surge como catarata infinita y me va mostrando el camino. El camino se llena de luz, la sombra se presenta en mi puerta. Mis entrañas vibran. Entonces vuelvo a nacer. Nazco sola. Como la primera vez. Pero esta vez puedo ponerle palabras a mi existencia, y mi existencia se empieza a ver cada vez más nítida. Los pasos son más firmes y la gente que me rodea cada vez me rodea menos. Quiero que me rodee menos. A uno no lo deben elegir, es uno mismo el que elige. Y acá estoy yo, eligiendo.

Me critican porque veo las cosas de manera demasiado sencilla. Me atacan porque dicen que hablo con teorías de libro. Gente que no lee. Gente que no quiere ver. Gente que cada vez me conoce menos. Porque yo soy otra, yo soy mi existencia, yo soy mi vivencia. Mi vivencia es la verdad.

Querida Ki: Como me dijiste lo estoy haciendo. Decidí apagar las luces de mi casa, prender solamente dos velas, una es dulce como miel, la otra es amarga como el mar. El yin y el yang. Mi cuerpo respira y me lleno de mí sacándome hacia afuera. Da resultados. Soy una nueva yo la que respira. Más aliviada, más verdadera.

sábado, 10 de julio de 2010

Atrapado

Quedé atrapado debajo de la cama de mi hermano mayor. Mi camita de siempre que me hacía sentir un hombre grande ya no estaba. Dormía sobre un colchón pegado a su cama y, como todavía sueño que tengo que escapar de ese monstruo inmenso, rodé hasta terminar en ese espacio negro, frío y apretado. No entendía dónde estaba porque nos acabábamos de mudar a otra casa. Me asusté tanto que creí que había quedado dentro del estómago del monstruo. Lloré muy fuerte, nadie me oía.
Después de un rato mi hermano se despertó y empezó a llamar a mamá. Ella vino corriendo y lo abrazó. A mí me sacó del agujero y a él se lo llevó a dormir con ella. Yo me quedé solito contento porque el monstruo era solo un sueño…