martes, 31 de mayo de 2011

Cronos no comió

Para S. Neira y L. G.: que sus predicciones se hagan realidad.


Finalmente el día está llegando. El 5 de junio de 2011 nace un domingo. La profecía se cumple: Cronos ha terminado de vomitar. Salió ese hijo, que él pensó que devoraría. Pero no. Lo miró detenidamente, lo olfateó para reconocerlo. Y lo dejó vivir. Cronos no comió. Se quedó sentado en un rincón asombrado por su reacción. Desconcertado comenzó a llorar. Y llorar. Y llorar. Cronos está triste: ha dejado su reinado. Pero sigue de pie, para guiar a su nueva criatura.
Finalmente llegó el momento de dar a luz. Y para dar luz hay que pasar por las tinieblas. Para dar vida hay que morir. Acá está tu hija, Cronos. ¿No ves cómo te sonríe? ¿No ves su fortaleza? Llegó la hora de descansar. Cronos, puedes descansar en ella. Ella te va a cuidar. Cronos no estés triste, ahora podés jugar.
La criatura sin nombre se acercó a los pies gigantescos y gastados de su padre. Los besó con ternura. Entonces, muy rápidamente, empezó a crecer. La niña de pies descalzos y pelo lacio llegó hasta la altura de la frente de Cronos. Él la miró y le dijo: "Ya eres mujer".
El tiempo es magia cuando estás con él.

No sos vos. Soy yo.

Estaba con una incomodidad en mi cabeza. En todo mi cuerpo. Me producía escozor y a la vez placer. Siempre me sentí especial, especial y distinta al resto. Eso me enseñaron en mi colegio de monjas, desde la primaria hasta terminar el último año de bachillerato: vos sos especial. Al principio las palabras entraban en forma de notas dulces como salidas de una cajita musical. Después, como cualquier tema barato de radio monótona, entraba como un monosonido pegadizo difícil de cambiar y con ganas de extraer. Ya no me parecía tan real esa sensación de sentirme especial, aquí mi escozor.
Hoy tengo un nuevo desafío: el otro es tan especial como yo. Parece fácil, casi un refrán de galleta china de la suerte. Pero no es tan sencillo. Porque en la profundidad más honda de mi ser sigo sintiendo esa diferencia. ¿Cómo sigue esto?
El lunes comida en lo de Silvia. Mamarí, Tere, Pipa, yo. Y las palabras de Pipa volaron reveladoras. Sentada en su bosque de mil estrellas me explicó tranquila la diferencia. El ego por un lado, la esencia por otro. ¡Nadie me lo había dicho antes! Tomé nota con mi cabeza geminiana, y sin distraerme con nada apunté: la esencia es eso que me hace sentir parte de un todo, donde yo soy uno más entre los demás que también son uno más. Es lo que me permite amar y respetar las diferencias. El ego es ese olivo fuerte, de raíces profundas, que hace que sea quien hoy soy... Que si me sentí tan especial, es un don: construí lo que soy hoy, armé mi personalidad y mi manera de ver el mundo. Pero hoy nace la esencia, como un diente de león alrededor del olivo. Hoy quisiera que el diente de león se convierta en enredadera y vaya trepando por el tronco y las ramas del árbol, hasta envolverlo completamente. Hasta que ego y esencia ya no sean distintos. Entonces seré libre, sobre mi árbol de diente de león, con flores de marcela y hojas de llantén...

lunes, 30 de mayo de 2011

Libros favoritos de hoy...

Estos libros cambiaron mi manera de pensar. Quiero compartirlos...


Primero, leer "La enfermedad como camino" (Dhalke; Dethlefsen): lejos de ser un libro de autoayuda, como se lo califica en todas las librerías, es una obra para aquel que se atreva a cambiar su manera de ver el mundo. Basta del pensamiento polar: nos da las claves para pensar de manera integral (yin-yang). Después de la jugosa introducción, cada capítulo vale la pena para releer cuando nos enfermamos. 




Después, arrancar con "Vida y destino humano" (Dethlefsen), un viaje inteligente hacia el esoterismo. Vale la pena insistir con su lectura si al principio cuesta (a mí me tomó varios años y muchas chances bien otorgadas). ¿El resultado? La mejor lectura de mi vida. Un concierto a la verdad, expresado con todos los acordes ocultos. Dethlefsen, un verdadero maestro.  

Missin'you slowly...

...Missing you deeply. Una vez compartimos la luna de Ilhabela, cuando llegues, saludala de mi parte.

En 1740

El pez en el agua y el agua en el pez. Así en el cielo como en la tierra. En el día de Wesak, en el día en el que los grandes maestros se reúnen en el Himalaya con nosotros, los humanos, entré en un profundo sueño. Recostada en mi bosque de hiedras profundas, con una varilla entre mis dientes, miré al cielo y me detuve en la luz. Los rayos se filtraban entre las ramas verdes y hacía brillar mis pecas. Yo estaba despreocupado. Sí, entonces era un varón, tenía doce años y era asombrosamente libre. Respiraba con cada centímetro de mi piel y mi mente estaba en blanco. Era como flotar. 
Entonces, en el día de Wesak, una voz me hizo llegar a unos escalones de piedra, luego atravesé una puerta amplia e ingresé en el salón de los mil espejos. Allí elegí uno, particularmente gracioso. En él me veía como me encontraba en ese sueño: un varón de doce años, descalzo, con las ropas sucias. Me sentía cómodo en ese estado. Mi lado conciente añoraba esa manera de ser despojada. Me culpaba pensando que ahora era tan distinta, ¿cómo podía haber cambiado tanto? Enseguida comprendí que uno es todos, y no un personaje aislado.
Era 1740. Estaba en un pueblo al norte de Francia, o al oeste de Alemania. Había muchas calles de tierra, muchas carretas al paso. Yo era un gran viajante, buscaba algo. Algo que recién comprendí el día de mi muerte, sobre un lecho de paja. Antes había sido abandonado por mi madre, pobre e incapaz de criarme. En el orfanato no sufrí como el resto, pues como dije antes, yo estaba despojado. En mi mente fresca solo había un pensamiento: salir a buscar, viajar. En mi decisión permití que vinieras, que escaparas conmigo. Eras mucho más chico que yo, pero te atraía mi manera de ser, querías seguirme, me viste como la salvación ante tanto maltrato. Yo te quería más que al resto, pero no pude rescatarte. Tu miedo te traicionó, o no: tu camino era distinto al mío. En ese sueño nos encontramos y en esta vida nos reconocimos. Ya podemos escapar juntos, viajar juntos y empezar nuestra aventura.