jueves, 30 de junio de 2011

El cuento de la caravana maldita

El martes en el trabajo Frank me dijo que estaba maldita, odiosa y perversa. Y que seguramente esa manera de ser se debida a mis gigantescos aros dorados con forma de corazón. Yo le contesté que sí, que esas eran mis caravanas favoritas, y que a veces me hacían sentir tan poderosa que podía tratarlo mal incluso a él. Se rió, porque tiene el extraño sentido del humor de reírse de cada cosa que digo. ¿O no, Frank?
Ese día salí corriendo para alcanzar el tren de las 13:47. Me escapé unos cuantos minutos antes en resarcimiento por esas horas eternas del viernes que me hicieron almorzar a las 5 de la tarde ("no es mi culpa que estés de mal humor y almuerces a las 5" -¡¡en realidad eran las 4!!-).
Caminando a zancadas por Tucumán me lo encontré a Frank. "Rápido", pensé, "necesito alcanzar el tren", y nos rozamos para decirnos hasta el viernes. Yo quería saber cómo le había ido salir de testigo en el civil de los amigos, quería ser más amable. Pero no, mis aros estaban apurados, y yo, también.
En el subte de la C, nerviosa y con la esperanza de alcanzar el tren, le mandé un mensaje a Frank: "Perdoname que me despedí tan rápido, no quería perder el tren". Después, subí las escaleras de a dos escalones y corrí cruzando (y no al revés) toda la gente que va de un lado al otro como queriendo que no llegues a tiempo. Con la lengua afuera y con una sonrisa de oreja a oreja, de aro a aro, alcancé el tren. Yo, como de costumbre, quería hacerlo todo a la vez: mi celular me avisaba que tenía un nuevo mensaje. Frank me respondía "Todo bien, debe ser culpa de tus aros malditos". En ese mismo momento, en ese diminuto instante, cuando caminaba rápido por el andén, pegada a los bagones, sentí que mi aro derecho se caía. Lo vi en cámara lenta escubillerse entre uno de los bagones y la línea amarilla del andén: casi a propósito se metió debajo del tren. Definitivamente maldito y perverso. Mi sonrisa no se desdibujaba de mi cara (iba a llegar temprano a casa), pero un sabor amargo por perder mi caravana preferida me quedó en la garganta.
Al día siguiente, ayer nomás, volví a la estación. Esta vez más tranquila: crucé ese punto donde muere la avenida Libertador para renacer en otra, y a paso calmo me acerqué a mi andén. La gente en fila esperaba la llegada del tren, y como las vías estaban vacías, caminé por la línea amarilla con la absurda esperanza de reconocer ese corazón dorado. La gente me miraba, y a mí no me importaba.
Finalmente ¡bingo! Lo vi, dado vuelta, brillando, en el medio de las dos líneas de hierro. Me acerqué a los molinetes y saqué todos mis encantos calculadores, tratando de que fueran lo más naturales posibles: "Hola, cómo estás. ¿Sabés que ayer perdí un aro en las vías y hoy por suerte lo encontré? (Ojitos seductores) ¿Habrá alguna manera...?". El tipo se rió, caminó conmigo y me dijo "mostrame dónde". Caminamos hasta la mitad del andén y ¡voilà! Entre miles de colillas de cigarrillos, botellas de plástico y piedritas negras, mi aro tramposo seguía brillando. En ese momento, el tren de las 13.47 se acercaba hacia nosotros para estacionar. "No hay problema, cuando el tren se vaya, lo sacamos". Y así fue. Mientras el guarda del tren me preguntaba si quería subirme y yo le contaba mi tonta historia, mientras me preguntaba hasta qué estación viajaba y yo le respondía que hasta Florida, y mientras me decía que esa era la estación del amor y yo le decía que no, que de las vacaciones, pasó el rato. Cuando el tren partió, busqué a mi nuevo amigo, que de un salto bajó hasta las vías y caminó para rescatar mi tesoro. "¿Te gusta el chocolate?", le pregunté. "Sí", me contestó con la misma sonrisa de Tévez. Saqué de mi cartuchera el chocolate favorito de Frank, que había quedado en la oficina y que me había guardado para comer más tarde, pra dárselo. Se fue contento.
Yo me di vuelta, guardé mi aro en la cartera y llegué feliz hasta la estación del amor.

martes, 28 de junio de 2011

Mahler, vos y yo.

Vos y yo estamos conectados. Sí, vos, mi lector anónimo, encapuchado, mi amigo o amiga virtual. Te estoy hablando, te estoy escribiendo y me estás leyendo. Imaginemos por un segundo que el tiempo no existe, ni siquiera el espacio. Estamos cara a cada, yo hablo y vos escuchás.
Para que esto funcione solamente tenés que poner de fondo a Mahler, la sinfonía número 5 (Adagietto), "Muerte en Venecia". Si no lo tenés a mano, te paso el link del video:


Dejalo de fondo y leé.

Tu mente sale de ese lugar en el que se encuentra, se abre tu mirada hacia adentro, hacia tus recuerdos más lindos, más tranquilos, más profundos. Solo hay un chico, o una chica. Esa persona diminuta sos vos. Y yo, yo estoy con vos, tan chiquita. Caminamos de la mano hacia ningún lugar, hacia ese espacio donde ya volvemos a ser amigos. La amistad universal existe, y la más extrañamente "dulce" es esa amistad en la que vos y yo podemos encontrarnos, podemos mirarnos a los ojos y dejar que nuestros brazos bajen, que nuestras miradas se encuentren y que nuestras almas escuchen. Seamos amigas, al menos un rato, porque algo tenemos en común. Pasar de los celos y de las inseguridades a un estado de paz es maravilloso. Contémonos nuestros rencores, nuestros miedos, nuestras tristezas y seamos amigas. Animémonos a conocernos y a correr de la mano. Las relaciones humanas son un misterio y los encuentros entre las personas son todavía más milagrosos. Subamos al tren y viajemos juntas, sin pensar en las cosas que pensarán de nosotras. Volvamos a ese instante en el que no importaba el afuera, empecemos de nuevo, ingenuas, inocentes, sin preocupaciones. Olvidémonos si alguien no nos amó lo suficiente, tal vez en ese momento estábamos aprendiendo algo, nosotros mismos nos pusimos en ese lugar. Aprendamos juntas a reconocerlo, aprendamos a vernos diminutas ante el destino y la vida que se abre, pero también a percibirnos inmensas y omnipontentes ante nuestras virtudes. Claro que las tenés, pero no son esas que pensás, tus virtudes están tan escondidas que hasta a mí me cuesta encontrarlas. No tienen nada que ver con tu profesión, con tus logros académicos, con tus innumerables amistades. Esas son ganancias, pero no tu esencia. Ese estado tan profundo de vos misma es tu tesoro, y el regalo tuyo para toda la humanidad. ¿De qué se trata? Es fácil adivinarlo, difícil permitírselo. Es más sencillo de lo que puedas imaginarte... Sí, es eso. Y yo también lo tengo, tan oculto como vos. ¿Sabías que a mí también me cuesta hacer silencio? ¿Sabías que yo también me atormento a veces por las noches pensando y pensando si podría haber sido de otra manera? ¿Que yo también me echo la culpa de cosas que ahora las veo absurdas pero en la oscuridad me ahogan? Solo el silencio me calma. El silencio es meditación. La meditación es encontrarse con ese tesoro, y reconocer en él lo maravilloso de nuestras elecciones, que también son un misterio. No elegimos solo por nuestras inseguridades y por nuestros talentos, también eligen todas nuestras células y todo nuestro pasado, antes del momento en que nacimos. ¿Tenés un compañero para este camino? Buscalo. Alguien que te permita encontrarte con vos misma. Si ya está a tu lado, reconocelo, en todo su esplendor, él también tiene un tesoro y vos lo elegiste para acrecentar el tuyo. Yo quiero ir de tu mano, también. Yo quiero ser tu amiga del silencio. Estos días estoy cerca tuyo, desde la distancia, desde el no tiempo. Aunque no nos hayan presentado jamás, siento que te conozco de toda la vida. Y eso es lo maravilloso de estar juntos, a través de palabras, a través de instrumentos.

martes, 21 de junio de 2011

Ayulina, la inmemoriosa (así soy más feliz).

Esto es para vos Campanita, prolongando la charla en el ascensor de Maipú...

¿Cómo que evasión real? -¡Sí! Es real porque generalmente cuando uno evade no lo hace consciente. Yo lo llevo a la palabra, ¿no ves cómo nos mira el gordo del ascensor? (Y digo en voz alta como para que me mire): "Mejor que lo reconozca ahora, en vez de hacerme la boluda y 'cruzar mal' la calle y que me pise un colectivo, como esos que vienen de Retiro y doblan por Suipacha)".
Después me quedo pensando, ¿a qué me refería con "evasión real"? -¡Ah! ¡Sí! Que no me acuerdo de nada, últimamente la memoria me está haciendo jugar malas pasadas, pero en realidad es porque yo no me quiero acordar, al menos de las cosas que me pasan cada día apenas atrás... ¿Se entiende?
-Mmmmmm. No. (Risas, de tu parte; porque yo me enfado un poco).
-Claro, que por hacer tantos esfuerzos en recordar las cosas más antiguas, por ejemplo cómo vivíamos, qué vestíamos, comíamos, con quiénes estábamos, si éramos varones o mujeres, de quiénes nos habíamos enamorado, a qué padres habíamos elegido, de qué habíamos muerto... Empecé a olvidar las cosas de hace poco, que si hice copypaste y después borré, o printscreen y realmente imprimí, que el archivo que adjunté es el viejo, en cuál PC, en mi casa, en cuál oficina (trabajo en dos, y media...), aaaaaaaaa. Cualquier médico pedorro diría que es estrés. Vos y yo sabemos que los que preferimos, los (h)omm-eópatas, nos darían otros secretos milenarios para curarnos, en vez de rivotril. Más que alguno me mandaría a leer de adelante para atrás y de atrás para adelante a Funes, el memorioso. Y vos y yo sabemos que aquellas "truequeñelas", aquellos ritos de Chrome por la mañana, esos de los que yo soy adicta y vos odiás, pueden jugar en mi contra, y que tal vez sean la causa de mi problema.
¡Ah! En el ascensor te dije que tal vez era alzaimer (no me acuerdo cómo se escribe) y vos te reíste, pero casi como dándome la razón, Campanita. Y eso me puso feliz. Después fui a Cosmopolitan, me reí con mis amigas,le dije a Lu felizcumpleaños y agradecí delante de ella al Facebook por recordármelo (finalmente aprendí a usarlo): en ese momento tuve dos horas de lucidez. Hasta que llegué a casa y Minegro me esperaba con moñitos y quesorallado (sisí, bien MCrobiótico, hoy prometo que cocino arrozyamaní) y yo llevé Pepsi ("¿qué te dio por comprar Pepsi últimamente? ¿Es porque sos de Boca? -¡No sé! Para cambiar... O realmente me olvidé), y compré rhodesias, y trabajé un poquito más desde casa. ¿Me hago cavado definitivo? ¿Y si los láseres me dejan secuelas por adentro y nadie las descubre hasta dentro de veinte años? ¡Nunca me gustaron las espadas de StarWars! Pero hay una buena oferta en Grupoff... Bueno, mañana después de que se venza la oferta lo pienso. Igual todo sigue siendo banal, menos nuestra conversación en el ascensor... ¿Sobre qué era?

viernes, 17 de junio de 2011

Mi faro




¿Cuál es aquel camino que tengo que tomar?
Si sólo hay un destino al que puedo llegar
Si siempre viajé solo
Y siempre vos fuiste mi faro en la ciudad
En
la ciudad.


Es sólo un momento
Es una mirada y saber
Cuál es el camino
Y así nada más.

Es sólo un momento
Es una mirada hacia atrás
Yo quiero saber, mi amor
Si al llegar, vas a estar, allí
Vas a estar allí.

Volvió el ritmo - Volvió la noche


HAY PARRANDA? CHA CHA CHA!

martes, 14 de junio de 2011

Mama-racho no tiene tiempo

temple 2

El otro día estaba sola. Después de un almuerzo con duendes y hadas en el país de los barcos, me agarró un ataque de limpieza y orden. Limpié hasta debajo del sillón, limpié hasta las dos partes del tacho de basura de la cocina, limpié hasta las paredes de adentro del horno (hay un señormusculoso muy bueno para esto, supertóxico pero eficiente)... Limpié como queriéndome topar con arañitas de colores, con bolitas de vidrio, con bichitos de luz o con linternas minúsculas. Y cuando ya terminaba, cuando finalmente iba a enjuagar el último trapito para acostarme y deleitarme con Skins (gracias Campanita por grabarme las temporadas), cuando estaba en la cresta de la ola disfrutando de mi estado mama-racho... Me quemé. El agua de la canilla de la cocina salió hirviendo (a veces el calefón me juega esas malas pasadas, y yo sigo cayendo). No me enojé con el dolor, ni conmigo, solo con el calefón... Un poquito. Pero sí me puse muy triste. Lloré y lloré y seguí llorando. Minegro todavía no llegaba de su día de pesca y yo lloraba como una chica de seis, como un bebé de dos, como un chico de doce. El pasado se me vino como corriente de tsunami, me invadió todo el cuerpo y empecé a llorar por Alex. Ya ni la mano ni el calefón tenían algo que ver. Solamente pensaba en el cansancio de Alex, en su gran soledad, en su muerte, en su fracaso. En eso llegó Minegro, con sus canciones de carnaval, dispuesto a alzarme y balancearme de un lado al otro por una tarde de amigos perfecta... Y yo llorando... No, no es que quiera arruinar este momento, ni siquiera porque me haya quemado... Pero sí, me quemé y me siguen doliendo mucho los dedos del medio de la mano derecha. Crema de plata y bollitos en la cama, abollitanados. Descansando. La tarde negra se convirtió en noche, la noche en empanadas y cocacola, las burbujas trajeron el sueño y el sueño trajo el amor. Después fue lunes.

miércoles, 1 de junio de 2011

La soledad en el reino del revés

Para Kari, que confió en mí. Mis pensamientos más profundos de hoy. Solo los comparto... Gracias por leerme, a quien sea, allá lejos, desde Salta, desde Ushuaia, desde Cabo Polonio, desde Tahití... Desde la caliente BuenosAires...

(la imagen es del artista Shaun Tan)














Estoy en medio de un torbellino, varada entre zumbidos que vienen y van. Me releí sin quererlo, siguiendo un plan macabro... Por suerte lo abandono para escupir lo que fui sintiendo. Hace un par de años estaba encantada con el existencialismo, el sufrimiento inevitable de crecer y tomar consciencia ante la propia existencia. "Me duelen los huesos del pensamiento", escribí en una entrada. Y hoy, apenas me duelen los intestinos. Leí las palabras de Floppy: "Me dijiste que un día todo iba a pasar y hoy estoy tan feliz". Y estoy echada en el sillón, con "Un mundo perfecto" (¿existe?) de fondo, el envoltorio de un milka aireado con almendras que tengoquelevantarmeytirarloenlacocinaynoquiero, y con un par de almohadones tirados a mis pies. La estufa está encendida en mi espalda... En fin, un ambiente ideal (salvo por las pavadas que dice P-Anamá Ferreira sobre no sé qué...). Incluso no siento el dolor de las vísceras, sé que están molestas, porque no comí arroz yamaní, ni alga kombu, ni porotos aduki, ni bardana, ni nabo... Porque todavía no ingerí el té de marcela... Y todo pasa. Sí, todo pasa. La vida pasa... Pero así como pasa, también todo vuelve. Y yo estoy de vuelta.
Si en este viaje de ida, no aprovechamos las oportunidades, no aprendemos de quienes más nos irritan, si no  nos molestamos en bajar los brazos de vez en cuando y simplemente dejamos que las cosas pasen, entonces todo vuelve. No todavía, más adelante. Si no cambiamos nosotros mismos, perdemos la oportunidad de hacerlo a nuestra manera (con nuestros tiempos y capacidades) y se la damos a otro para que nos cambie a su manera (con sus tiempos y capacidades, generalmente brutas). El otro no necesariamente es una persona... A veces los cambios se nos presentan desde afuera, porque la cosanodaparamás... ¿Queremos realmente eso? ¿Estamos dispuestos a resistirnos de tal manera al cambio que dejamos nuestro futuro en manos de avisos funestos y desprevenidos, accidentes "fortuitos"?
No valemos todo aquello que imaginamos. ¡Valemos más por lo que desconocemos de nosotros mismos! Sí. Le damos tanto poder a nuestra conciencia como si lo fuera todo, cuando nuestros recuerdos laten pasivamente con maravillosos y sabios conocimientos del más allá, que esperan que algún día, aunque sea uno solo, salga a la luz. Pero tenemos miedo, miedo de perder... ¿qué? Nuestra intuición está relegada a una "cualidad femenina" desprestigiada y pasada de moda. Cuando es la llave para seguir aquel camino que nos lleva a la verdad, cuando es lo único que nos queda para conectarnos con todos los tesoros que traemos de nuestras experiencias anteriores. Todo esto lo sé porque lo recuerdo, porque lo aprendí miles de años atrás y porque hoy estoy dispuesta a traerlo al ahora, a saborearlo, a vivenciarlo. Creo que para llegar al verdadero amor hay que trabajar dos cualidades: la conciencia de nuestra subconsciencia (amigarnos con nuestra sombra y dejarnos reposar en los recuerdos más lejanos a los que podamos llegar, aunque sean dolorosos e insoportables -en este sentido la conciencia sana y el dolor como memoria se convierte en paz-) y la apertura de nuestra mente (estar dispuestos a pensar del modo absolutamente contrario). ¿Se puede amar más allá de los celos, las inseguridades, el odio ajeno, el rechazo, el abandono, la injusticia, los secretos, la dominación, las diferencias, los engaños? ¿Se puede amar a nuestro peor enemigo, nuestra peor enemiga, al "causante" de todo nuestro dolor? (Yo estoy convencida de que nadie causa nuestro dolor más que nosotros mismos) ¿Y si la respuesta es "sí, se puede"? Claro que es sencillo en las palabras... Y que en la práctica suena como una utopía... No, no se trata de renunciar, el camino es inverso: se trata de asumir, asumirme, asumirlo, asumirla, con mi historia, con su historia. Es pasar del pensamiento polar (bueno-malo; falso-verdadero), al pensamiento integrador. No es negarse para aceptar al otro, como un mártir al estilo moderno del siglo XXI. Es asumirse y estar dispuesto a asumir al otro. Creo que el desafío está en preguntarse cada día, "¿y por qué no?".
Y si se sienten solos, sepan que la soledad es parte del camino para llegar a nuestros pensamientos y recuerdos más profundos: abrácense en su soledad, disfrútenla y no la tapen. Dejen que fluya, póngala frente a su espejo, obsérvenla y pregúntele qué tiene para darles. La respuesta es una sola: "Te doy a vos", y "vos-con-vos" deja como resultado la plataforma para empezar de nuevo y animarnos a pensar al revés... Sí, como la canción de María Elena Walsh...

Viér-coles

Estoy exhultante como si fuera viernes. Me siento radiante de rayos claros como si hubiera dormido doce horas. ¿Cuánto más va a durar este estado? No quiero que se caiga como le pasa a Sísifo. No quiero volver a empezar. Que dure unos días, al menos hasta el lunes, total después... Te veo llegar...



En tu ola de seda, en tu ola de mar
papel picado de todos colores
en tu pelo de seda, en tu pelo de mar
flotando lunares de mil sabores.

Entre tus dedos llanos de tierra morena
entre los huecos de tus rodillas
entre el valle de tu espalda
me sonrió una visión.

Graciosa tu cara me hacía muecas,
hace más de trecientos años.
Con tu ola de seda y tu pelo de mar...