jueves, 1 de octubre de 2009

Ronquidos y amapolas



I’m sorry, tú me hiciste esto. No he podido pegar un ojo. Y he escrito pequeñas historias. En la primera aparecía tu cara, redonda y huesuda. Tus ojos que hace tiempo ya están verdes (antes eran marrones claritos) y los colores sobre tu piel, importados, carísimos, regalados, pedidos… Una paleta inmensa de colores que en tu cara solo parecen tres, y te quedan tan bonitos.
Me detengo a mirarlos uno por uno, tratando de descubrir cuántos usaste en total y cómo los pinceles fueron pintando tus pómulos, tus labios, tus párpados. Estás preciosa. La más preciosa. La más osada. Una princesita de luz, aunque la princesita era yo; tú eras la princesa.
En mi cuarto azul te extrañé con locura. En tu viaje a los Estados Unidos quise visitarte en sueños, odié tu partida y hasta me sentí abandonada cuanto dejaste que te secuestrara aquel perro. A quien terminé queriendo.
Cuando finalmente cerré mis ojos, soñé con nosotras, éramos dos árboles mexicanos, rodeados de amapolas. Yo podía mirar por debajo de la tierra y ver tus raíces, enredadas con las mías. Tus hijitos sacaban ramitas de mis brazos y las usaban para rascarse la espalda. Marcus se reía mostrando el agujero de los incisos superiores y una pulga de frente prominente me preguntaba “¿por qué?”.
Apoyado en tu tronco estaba él, enrollado sobre su propia cola. Dormía con un ojo y te cuidaba con el otro. Con tus hojas le acariciabas el lomo. Y él cantaba con sus ronquidos.
Papá ronca desde su cama. Él también canta, pero como un barítono. Una vez su propio ronquido lo despertó, le hizo tener sed y lo llevó hasta la cocina por un vaso de agua. En el pasillo infinito de empapeladotapadoporpinturaverde apareció una mujer vestida de blanco, joven y agradable. “¿Tuviste miedo?”, le preguntaste entre risas cargadas de nervios. “No”, respondió todavía poseído.
Unos meses más tarde mamá nos contó que los fantasmas eran buenos, mujeres y aparecían vestidos de blanco, sin provocar estupor o pánico. Yo sabía que no era un fantasma, yo sabía que era ella, otra vez, visitando la que podría haber sido su casa.

No hay comentarios: