viernes, 13 de mayo de 2016

El 13 de mayo en Cova da Iria




Hace un año hacíamos homenaje a la Virgen de Fátima, en Fátima, Portugal. Arrancamos en Oporto, seguimos para Lisboa y finalmente terminamos allí, que era el único destino planeado desde Buenos Aires. Llegamos el 11 por la noche a la Casa dos Tios, un hostal de tres habitaciones restaurado, casa originaria de los tíos del dueño, que lindaba con la casa de Lucía, la pastorcita de la izquierda. Me acuerdo que comimos lengua (la mejor lengua que comí en mi vida, perdón Beba, perdón Pedro, perdón mamá) en un restorán que nos recomendaron Albano y su mujer. Volvimos caminando por el bosque unas seis o siete calles, era una noche con una gran luna, hacía mucho frío, me acuerdo que el lucero estaba inmenso. Allá cerca en el monte se les había aparecido el ángel y una vez la Virgen (el monte se veía desde la ventana de nuestro cuarto, muy cerca). 
La noche estaba hundida en el silencio, pero nos acompañaba un noséqué que me llenaba de entusiasmo y alegría. Quería "estar", quería tocar, quería sentir. Caminamos por las callecitas de tierra hasta la casa de Lucía, y después fuimos a lo de Jacinta y Francisco. Éramos los únicos, en unas horas al día siguiente todo iba a a estar lleno de peregrinos. Era como un privilegio, me sentía muy afortunada de poder estar ahí, solos, en ese momento de oscuridad y silencio. Así empezaba un viaje que nos iba a cambiar la vida, y nosotros todavía no teníamos idea. 
Acá subo algunas fotos. Compartiría mil más pero al menos hay algo...



El 13 de mayo la Virgen sale de su capillita (el santuario es enorme, pero se construyó alrededor de la capilla original, muy muy chiquita, donde está su imagen detrás de un vidrio). Aunque no es muy grande, verla entre la multitud eriza la piel, yo sentía que estaba viva, que respiraba, que su corazón latía. Creo que no solo me pasaba a mí porque muchos se emocionaban. En el "adeus" final, llorábamos cuando agitábamos nuestros pañuelos al despedirla. Era como si nos arrancaran el corazón.


La noche del 12 de mayo, en la vigilia, todo se vuelve "irreal". Estuvimos ahí desde la tarde para encontrar un buen lugar, bajo el sol fuerte. A la noche refrescó mucho. Las gentes venían de todas partes, miles y miles de peregrinos de todas partes del mundo. La plaza del santuario, que es inmensa, se llenó de velas encendidas en la oscuridad mientras rezábamos el rosario en distintos idiomas, siempre con el "Ave, ave, ave María...", que incluso entonaban las campanas de la capilla central. Fue muy emocionante. Esa noche la Virgen "sale" por primera vez, entre las velas y los cantos. Solo con escribirlo me emociono. Ese fue el primer momento en que sentí que la Virgen caminaba entre nosotros y que nos miraba uno a uno. Estaba ahí, viva, entre toda esa multitud y nosotros la homenajeábamos, la saludábamos, le suplicábamos en un solo canto de alegría.


El último día fuimos a la parroquia donde habían sido bautizados los tres pastorcitos. Camino a la iglesia, recogí algunas flores muy chiquitas y se las puse en las manos a Jacinta, en su estatua. La sentí como mi amiga. Su historia es muy impresionante, vale la pena leerla de las memorias de Lucía.


Con N. en la Casa dos Tios, en Aljustrel, Fátima.


Junto a Albano y su mujer, los dueños que atienden el pequeño hotel. Nos recibieron como si fuésemos sus hijos, incluso nos invitaron a un almuerzo junto con su hijo Rui. Comimos en el patio del costado donde nos compartieron muchas historias de su infancia y de sus antepasados en Aljustrel. Esa zona es muy chiquita, tranquila y sencilla, no se explotó turísticamente y está muy bien conservada. Es como viajar en el tiempo. En la foto, detrás, se ve la casa donde vivió Lucía en su infancia. En el patio trasero de esa casa, donde está el pozo de agua, se les apareció el ángel por primera vez a los tres pastores mientras jugaban. Hay una estatua del ángel y de los tres pastorcitos en ese mismo lugar, todo el parque está intacto.

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